Con el fracaso de los intentos de conversión se tomaron medidas más duras, a partir de Francisco Jiménez de Cisneros, conocido como Cardenal Cisneros. El 18 de Diciembre de 1499 se produce la sublevación de los mudéjares del Albaicín de Granada como respuesta a la conversión forzosa impuesta por el Cardenal Cisneros, a la que sucedieron una serie de rebeliones de 1499 a 1501, seguidas de conversiones en masa al catolicismo. Con el fracaso de los intentos de conversión se tomaron medidas más duras, a partir de Francisco Jiménez de Cisneros, conocido como Cardenal Cisneros. Este mismo esquema de intentos de unificación mediados por los decretos de conversión y expulsión, fracaso de los intentos de conversión, a lo que seguían medidas más duras, ante las cuales las poblaciones moriscas y judío-conversas se rebelaban, lo que a su vez, daba lugar a medidas cada vez más restrictivas, se repitió hasta los definitivos decretos de expulsión de 1609, que aun así no acabaron con la existencia de estas minorías étnicas, creando un clima de tensiones muy fuerte.
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Durante el reinado de Carlos V, no se produjeron demasiadas novedades y se dieron situaciones parecidas a las nombradas. Sin embargo, a partir de este monarca la cuestión de los moriscos toma otro cariz, unida ahora al problema de los turcos. Carlos V, al ser heredero de las coronas de sus abuelos los reyes católicos, a través de su madre Juana I, la Loca; así como de las colonias en América y a la vez a través de su padre Felipe, el Hermoso, del Imperio Sacro-romano-germánico, contaba pues con un gran imperio. Este monarca se vio con la obligación de tener que solucionar una serie de problemas que amenazaban a sus pertenencias imperiales y al elemento cristiano dentro de ellas. |
Morisquillos en el Reino de Valencia. Reistro onomástico de moriscos de Novelda |
Carlos I era un monarca profundamente católico, lo que le llevó a tratar de imponer por todos los medios el catolicismo en sus territorios. Esto chocó con la expansión en el Imperio Germánico del protestantismo, lo que derivó en la división del Imperio en dos, en torno a la pertenencia al catolicismo y al protestantismo. Por otro lado, estaba el problema turco pues el avance del Imperio Otomano era temido por las potencias europeas que veían peligrar sus intereses territoriales, como es el caso de la monarquía española. El problema turco se convirtió en un problema, imposible de solucionar. Ante esto, la imagen que se creó de los musulmanes fue profundamente negativa, alimentada por la Iglesia y las monarquías contrarios a los turcos y que caló en la mentalidad colectiva de las poblaciones cristianas de Europa. Esta situación empeoró las tensiones habidas en España, pues la desconfianza en los moriscos, musulmanes conversos españoles, les asociaba con los turcos. De manera que la situación de estos cada vez era más precaria y las tensiones sociales y políticas iban en aumento. Es de destacar durante el reinado de este emperador, las Germanías, que fueron una serie de revueltas protagonizada, en principio, por hermandades cristianas contra los nobles y sus vasallos, los moriscos, a los cuales les obligaron a convertirse a la fuerza. Bajo las primeras revueltas se escondía una oposición manifiesta ante el nuevo rey Carlos I.. Durante el reinado de Felipe II el problema de los moriscos se fue complicando, pues se les asoció a los turcos, como y se ha visto en la época de Carlos I, pero también a otros grupos que representaban problemas contra los intereses de España, como los berberiscos y los hugonotes Con la llegada al poder de Felipe II, la máquina inquisitorial vuelve a perseguir a los moriscos por la entrada en España de corrientes protestantes y al mismo tiempo, por el control continuo a los cristianos nuevos Sin embargo , en el contexto de la lucha contra los turcos, los moriscos resultaban un problema interno pues se les llegó a considerar “una quinta columna musulmana”, de manera que las medidas represivas contra ellos iban en aumento. Durante el consejo de Lisboa de 1582, se decidió la expulsión de los cristianos nuevos. Sin embargo, la multiplicad de problemas a los que se tenía que enfrentar la corona, así como las repercusiones negativas que tendría la expulsión de estos, evitaron que se llegara a hacer. Los moriscos, para la guerra utilizaban los accidentes del terreno y se hacían fuertes en lugares inexpugnables que servían de base a rápidos y audaces golpes de mano, Vivían sobre el país y trataban de provocar el hambre en las filas enemigas dejando tras ellos campos incendiados y molinos destruidos. Evitaban cuidadosamente entablar batalla en terreno descubierto, y cada vez que lo hacían eran derrotados. Practicaban la guerrilla. Durante el reinado de este monarca se produjo la revuelta de las Alpujarras (1568- 1571), que fue el levantamiento de los moriscos del antiguo reino de Granada, perteneciente a la Corona de Castilla. La causa radicaba en el edicto de 1567 de Felipe II para cristianizar a los hijos de los moriscos. El líder de esta revuelta: Abén Humeya, se refugió en las Alpujarras, comarca situada entre Granada y Almería. Sin embargo, este fue eliminado y le sucedido Abén Aboo, pero los problemas internos con los que contaban y la presión exterior ejercida por las tropas de don Juan de Austria, acabó con el levantamiento. Como resultado los moriscos de Granada fueron repartidos por diferentes lugares de la Corona de Castilla “En 1585 dio comienzo la guerra civil aragonesa entre moriscos y montañeses, en la que los primeros contaron con el apoyo de los señores y de los bearneses- futuro Enrique IV”. Esto también aparece en el ensayo de Juan Reglá, el cual cita a Gregorio Marañón en su libro sobre Antonio Pérez. Esta guerra estaba causada por varios elementos: por las incursiones del antiguo secretario del monarca Antonio Pérez y por los intereses del futuro monarca francés Enrique IV. A lo que se sumó los intereses de los hugonotes. Ante esta situación el monarca decretó el desarme de los moriscos aragoneses La situación empeoro con la proclamación de Enrique IV como monarca y la firma del Tratado de Greenwich, entre Francia, Inglaterra y Holanda, que era un acuerdo en contra de Felipe II. Esto complicó más los problemas de política exterior del Imperio español. En torno a la cuestión de las causas centradas en Felipe III, los historiadores han barajado diversas posibilidades, tal y como manifiesta Juan Reglá en su ensayo sobre los moriscos. Desde luego la decisión de Felipe III del edicto definitivo de expulsión de los moriscos, estuvo mediatizada por su valido el duque de Lerma, pues como es característica de este siglo la existencia de validos que eran los que en realidad reinaban. Dentro de este contexto, también destaca como causa de la expulsión el cambio de la política integradora de Felipe II, a la de Felipe III y su valido el duque de Lerma, en el cual tuvo una gran importancia el fracaso de los intentos de integración de los moriscos. Uno de los elementos fundamentales a tener en cuenta, es la imposibilidad de la integración de los moriscos en la sociedad española, así como las implicaciones que esta situación tenía en la política interior. Esto queda documentado por la cita del duque de Lerma: “para que todos estos reynos de España queden tan puros y limpios desta gente como conviene”. La expulsión era justificada en términos de “bien universal”, como solución a los problemas religioso y social, que eran los más destacados dentro de la problemática por las vinculaciones que tenían los problemas del interior de España con la política exterior. Una cuestión que señalan los historiadores, es el “imperativo generacional” del barroco, caracterizado por una gran intransigencia e intolerancia frente a la pluralidad cultural, religiosa e ideológica, que reforzó la idea de la expulsión como única solución. Por eso en toda Europa, se dieron soluciones semejantes. La idea de la expulsión tuve una importante aceptación entre la población cristiana, a excepción de los señores que se veían desfavorecidos por el decreto. En esto, algunos historiadores han destacado la confrontación entre burgueses y aristócratas, pues mientras que los primeros si apoyaron el decreto porque perjudicaba a los segundos, estos últimos, viendo perjudicados seriamente sus intereses, intentaron por todos los medios evitar la expulsión. Otra cuestión a tener en cuenta es la de la implicación de los moriscos en la economía, así como la diferente consideración social que se tenía del agricultor entre la “España seca” y la “España húmeda”, tal y como señala Braudel. Aunque esto, es un tema que redunda más en torno a la cuestión demográfica, es necesario señalar en líneas generales esto para plantearlo dentro de la problemática. Había grandes diferencias en el status de los moriscos según el lugar donde se situaran, como señala el historiador Braudel. Por eso, como señala Juan Reglá, “los moriscos no constituyeron una clase social específica, sino que entre ellos hubo una minoría aristocrática, una burguesía enriquecidad, un artesanado activo y una sufrida masa de campesinos y jornaleros. Entre sus principales actividades económicas cabe destacar los cultivos de regadío en las huertas valencianas y murcianas, los arrozales, los viñedos y los campos de cereales. En Granada floreció la industria azucarera y en Castilla abundan las referencias demostrativas de la actividad mercantil de los moriscos, en particular, como transportistas”. Por esto, es evidente que las principales consecuencias de su expulsión tuvieron un carácter económico. En el contexto de la economía española, es fundamental resaltar la situación económica tan degradada por la que pasaba España, a pesar de su gran poderío. La expulsión de los moriscos fue vista, desde el ámbito del monarca y su valido, como una solución para acabar con las deudas que tenía la monarquía. Además otro elemento a tener en cuenta es el factor demográfico dentro de la problemática, que tuvo mayor eco dentro del proceso de expulsión y en las consecuencias de esta. Otro problema que se planteó fue el de los fueros, pues algunas determinaciones del edicto chocaban con las legislaciones de cada uno de los reinos, que atendían a la libertad de autodeterminación que les proporcionaban los fueros y que se basaba en la intromisión en ciertos aspectos que no eran propios del ámbito estatal, sino del foral.
En el reino de Valencia, la mayoría de los moriscos trabajaban en los señoríos feudales, pues fueron los únicos que pudieron soportar la explotación a la que se les sometía. Araban las tierras del señor y este les protegía de la Inquisición y de las vejaciones que tenían que soportar de los cristianos viejos. El señor tenía el derecho de hacer con ellos lo que quisiera, es decir, si quería que le dieran todo lo que cosechaban, ellos no podían negarse, porque él tenía el poder de despedirlos o incluso matarlos y como allí se sentían protegidos en cierto modo, pues hacían todo lo que el señor quería. En cuanto al odio y las ansias de que prevaleciera el catolicismo sobre el Islam, aquí eran más tolerantes, por motivos económicos, y en un principio no se les obligó a convertirse, aunque esto se terminó cuando comienza la persecución de la Inquisición en el año 1526, propuesta por Juan de Ribera, que consideró a los moriscos una plaga y expuso que la mejor manera de acabar con ellos era la persecución inquisitorial. El problema morisco en este reino suponía que era una minoría in asimilada y difícilmente asimilable, que representaba un problema vital para la España de Felipe II en lucha contra los turcos y piratas berberiscos; a pesar de los esfuerzos evangelizadores realizados por Juan de Ribera, estos fracasaron, y fue afirmándose la convicción de que sólo expulsándolos el problema desaparecería. La expulsión llegó en 1609: se calcula en unos 125.000 los moriscos que abandonaron el reino de Valencia, cerca de un tercio de su población, aunque los señores feudales se habían negado en numerosas ocasiones a que se les expulsara, porque ellos eran la base económica de este reino y preveían lo que después fue inevitable. Las consecuencias fueron gravísimas que se arrastraron durante centurias: despoblamiento, crisis agrarias en industrial. Decreto oficial el 4 de abril de 1609, el Consejo de Estado, con el duque de Lerma a la cabeza, decidió la definitiva expulsión de los moriscos. Se dieron diversos decretos en cada uno de los reinos siguiendo un proceso de expulsión. Este se inició en Valencia, luego continuó en Aragón, después en Cataluña y tras esto se dio en el resto de España. Tuvo dos partes, una primera que duró de 1609 a 1614 y la segunda en 1616, en el que se “perfeccionó “la expulsión. Valencia La explicación de la no expulsión de los moriscos del reino de Valencia en épocas anteriores fue causado por “la oposición de los señores a perder sus vasallos y aminorar sus haciendas”, tal y como dice el historiador Boronat. Pero el duque de Lerma, vio que la solución a esto sería recompensar económicamente a los señores. A pesar de todo, ante la decisión tomada por el valido y el monarca, los aristócratas y señores de vasallos, se reunieron y consiguieron transmitir al valido sus preocupaciones por las consecuencias que tendría. A pesar de ello no consiguieron paralizar el decreto o suavizarlo. El 23 de septiembre de 1609, se publicó el bando, ejecutando el decreto, Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena y virrey de Valencia. En este se dejaban claro todos los puntos referentes a la expulsión y a las excepciones permitidas. Se les daba un plazo de tres días para abandonar sus casas y dirigirse a Berbería. Se establecía pena de muerte para aquellos que deterioraran o se llevaran sus haciendas. Se daban instrucciones para que en las haciendas quedaran un mínimo de moriscos para explicar a los repobladores que vinieran el funcionamiento de las cosas, también se permitía la vuelta de 10 moriscos para que atestiguaran que efectivamente se les llevaba a Berbería sin problemas. Por eso se permitió que quedaran el 6 % de la población. Se permitía que los moriscos pasaran a otros reinos si era con la intención de salir definitivamente. Las excepciones se daban entre los niños menores de 4 años que luego llegaron a aumentar a 7 años, así como las familias de los cristianos viejos casados con una morisca, pero no al contrario. Ante la decisión, los moriscos procedieron a vender sus haciendas, ante lo cual se dio una orden restrictiva que no llegó a cumplirse. Las excepciones eran tan reducidas que permitían que se quedaran muy pocos moriscos Las consecuencias. El historiador Halpherin Dongui distingue una serie de etapas en la problemática morisca de Valencia: a) “conversión y evangelización (1520-1570)”, en la que se destaca las consecuencias a raíz de las Germanías, que fue “ un conflicto social entre la burguesía y el artesanado urbano y la aristocracia latifundista, apoyada por los moriscos” B) “represión y predicación (…) a partir del alzamiento granadino de 1568 y la paulatina destrucción de las estructuras moriscas por la Inquisición”, C) “la expulsión” y D) “Valencia sin moriscos” y con las consecuencias en la economía valenciana.. Juan Reglá señala los factores fundamentales en los que tuvo la mayor repercusión la expulsión de los moriscos: a) la demografía y la repoblación, b)la producción agrícola, c)la concentración parcelaria, d) la inflación del vellón y e) la ruina de las clases medias, (en la que se trata el problema de los censales que fue la causa fundamental). -La demografía y la repoblación: Valencia perdió del 20 al 25 % de su población. La distribución de los sectores de la población era tal y como señala Juan Reglá en su ensayo: los cristianos viejos ocupaban las ciudades, los moriscos en estas eran una minoría y estaban confinados a los suburbios. La industria y el comercio permanecieron en mano de los cristianos viejos. Los moriscos se encontraban en las tierras de secano, a excepción de Castellón. Escaseaban en los lugares de realengo y en los de señorío eclesiástico, mientras que abundaban en tierras de señorío laico. La repoblación fue lenta y hasta la mitad del s. XVIII, Valencia no volvió a tener la misma población que en 1609. La recuperación económica de la periferia peninsular se dio a partir de 1680, coincidiendo con la llegada de oro brasileño. Las incidencias en la demografía tuvieron posteriores consecuencias en la historia de Valencia y de España. El problema de los censales y ruina de las clases medias La existencia de los censos o hipotecas, con lo que la tierra pasaba de ser a un elemento especulativo, que fueron utilizadas por muchas aljamas y tierras de señorío, que pagaban gracias a la mano de obra barata de los moriscos. Cuando se produjo la expulsión se les hizo imposible pagar las hipotecas y esto no solo supuso la ruina para los señores sino también para los propios acreedores, que eran en su mayoría de clase media como resultado de la falta de repoblación. Ante esto, se dio una política que favorecía a la aristocracia, perjudicando a los acreedores al reducir las pensiones de censales. De manera que esto tuvo como consecuencia “la polarización social entre una minoría de privilegiados y una masa de humildes, característica de la sociedad española del barroco”. (Reglá –La expulsión-). Para dar solución al menor rendimiento económico de las tierras , se publicó una pragmática en la que se exhortaba a los propietarios a sembrar las tierras y en caso de que esto no fuera posible que las cedieran a otros para que las trabajase o incluso a los propios acreedores. Sin embargo, esto fue difícil de cumplir. Otro problema fue el derivado de que la situación de los moriscos como trabajadores era muy degradante y al querer establecer unas condiciones de trabajo parecidas a los repobladores, se produjo un enfrentamiento entre estos y los señores. Otra consecuencia que se produjo fue la “quiebra bancaria” por la falta de ingresos y por la conjunción de las otras consecuencias citadas. Ante esta situación una de las medidas fue la petición de Felipe II, a través del embajador de España en Roma al Papa, que durante diez años, los eclesiásticos contribuyeses a las nuevas sisas impuestas en el reino de Valencia. Otra solución fue la reducción de los censos, que como ya se ha dicho desfavoreció a los acreedores. El problema de los censales continuó estando presente largo tiempo . Demografia del Reino de Valencia La mayor concentración de moriscos se encuentra en Valencia, alrededor de 170.000, mayor que en el resto de España y que en total con todos los componentes, hacía que en el reino de Aragón hubiera la mitad de la población morisca de España. Geográficamente, Valencia se encuentra en la costa del mediterráneo, el clima es seco y soleado con su alternancia de sierras y huertas, dirección oeste, elevándose gradualmente hasta la meseta Castellana La antigua geografía política dividía la región en cuatro demarcaciones: las de Castellón, Valencia, Játiva y Orihuela. Al interior se dedicaban al cultivo de secano, viñedo y olivar. Esto suponía que hubiera numerosos señoríos, en los que los moriscos trabajaban como vasallos. Sin embargo , los diversos problemas derivados del desgaste social que habían supuesto los diversos fracasos de integración, unidos a los problemas existentes a nivel exterior hicieron que la población morisca comenzara a descender, pues comenzó un movimiento migratorio. Cuando se decidió la expulsión, a pesar de los recursos impuestos por los señores, se perdió el contingente poblacional que suponían, dirigiéndose a otros países de Europa y también a los países árabes, especialmente a Berbería. Los primeros en ser expulsados, como ya se ha visto, fueron precisamente los moriscos del reino de Valencia, por ser los más numerosos de las regiones de España. Se puede decir que la expulsión fue muy rápida y efectiva, transportaran de Europa a África 116.000 personas en 3 meses. Después de la expulsión las cosas cambiaron, la economía se vio muy afectada, también a nivel nacional, pero especialmente en el Reino de Aragón y sobre todo, en las tierras de Valencia. La pretendida repoblación fue un fracaso y se tardó mucho en volver a alcanzar el nivel demográfico y económico. Todas las ciudades perdieron clientes y trabajadores, a las que no les fue tan mal fueron Alicante y Castellón. Parecer que Alicante tuvo mejor suerte, su población creció de 1.120 a 1.318 y Castellón se mantuvo. Los cristianos sufrieron importantes pérdidas en el campo de los negocios. La despoblación de los pueblos moriscos fue una de las más terribles consecuencias que afectaron a las localidades cristianas y especialmente a Valencia. Los alquileres de vivienda eran uno de los recursos principales de la ciudad y ahora se encontraban las casas vacías y sin ninguna demanda.
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