(Sin la ayuda de la Inteligencia artificial).
Pues sí amigos, ahora intentaré hacer un relato de estos días pasados juntos. Aunque me interesa mucho la IA, haré este escrito sin su ayuda, a cambio vosotros, deberéis disculpar mis torpezas a la hora de redactarlo.
Yo respeto mucho el trabajo realizado por Mamen en todos estos últimos años, la dedicación que hace gala para que estos encuentros tengan resultados tan positivos y sí, supongo que muchos de mis halagos se pueden mal interpretar. Veamos, Mamen es una persona muy vigorosa en sus creencias y opiniones genealógicas, las defiende con solidez y la maestría que le da, estar curtida en todo tipo de situaciones.
Con ella he tenido pulsos, por razones que los que me conocéis podéis imaginar, son diferencias siderales, en el tablero de la relación, movemos nuestras dieciséis piezas, algunas veces captura ella, en otras yo, alfiles, caballos, torres y peones se mueven con agilidad. Aunque en el juego de ajedrez, se trata de derrotar al rey, nunca llegamos a ese extremo, las tablas es el recurso buscado, no debe haber, ni vencedor ni vencido.
Esas son las razones por las cuales encontramos un equilibrio, nos respetamos, ella permite mis bromas y ocurrencias, aceptando yo, sus desafíos. Tenemos una cosa también en común una piedra inoportuna, en nuestra infancia, nos rompió una ceja, destrozando nuestras posibles carreras televisivas.
Hace unos meses Mamen nos comentó, que el encuentro del Mig Any se celebraría en Cullera, tomamos nota en nuestro calendario de médicos, que como mucho de los vuestros, hay muchos días ocupados, pensé perfecto, estas fechas tan solo indican los santos Florentí y Martí, respectivamente. Al paso de los días, los cuadros de la agenda fueron ocupados por un sinfín de hormigas salidas de las profundidades de la tierra, dejando libres solo el 11,12,13 y 14, aprovechando nosotros añadir a nuestra salida el 11 y 14 que se celebran San Estanislau y Lambert.
Preparamos las maletas, ropa, medicinas, artículos de higiene, cancioneros, cargando yo las baterías de la cámara, con la cual pretendía, inmortalizar los mejores momentos del encuentro.
Y llegó el día de salida, cargamos las maletas en el coche, pusimos el cuentakilómetros a cero, en el navegador pusimos la dirección del hotel, nos indicó 404 kilómetros, 4 horas 11 minutos y con el depósito de gasolina a rebosar emprendimos el viaje.
A las 11,35 paramos el automóvil en Benicarlo, la vejiga hacia un buen rato que reclamaba nuestra atención, la complacimos y después para celebrarlo, sentados en una mesa nos tomamos unos cafés a la cual se añadieron Vicens el especialista en heráldica y su esposa. Coincidimos en el lugar pero no en el destino, ellos pasarían un día en su pueblo para incorporase más tarde al encuentro.
Proseguimos el camino, hasta que el navegador nos indicó que deberíamos abandonar la autopista, pusimos atención cuando la voz robotizada marcó el itinerario siguiente “ al llegar a la rotonda primera salida, Camino del Cebollar” Sí, ahí estaba el cartel que a pie de carretera certificaba lo que la voz nos había adelantado. Se trataba de un camino mal asfaltado, con baches que certificaban su falta de mantenimiento. El sol, a esa hora del mediodía se mostraba implacable, el destino de nuestro viaje estaba a 4 kilómetros, los cuales se hacían eternos, tuvimos que frenar bruscamente, una pared vertical nos impidió seguir.
Bajé del coche y comprobé que a un metro escaso del muro, había una carretera, pero el acceso a ella era imposible, quizás un camino agreste, diríamos que impenetrable se dibujaba a la derecha, era un riesgo y no lo tomamos. Las manecillas del reloj, indicaba las dos de la tarde, nos estábamos retrasando sobre el tiempo previsto. Esta vez, caminamos hacia la izquierda y tras unos árboles, aparecía una nueva pista, decidimos subir de nuevo al auto y tras seguirla unos minutos, nos llevó a un entronque en que una calzada nos llevó gracias a la providencia a nuestro destino.
Creo que fuimos los primeros del grupo en llegar al hotel, la amplitud de él era grandiosa, tras nosotros los ascensores, servicios y prensa, Al frente, recepción, bar, comedor y en un lateral sala cubierta, otra abierta al aire libre que daba acceso a la piscina.
Después de dejar nuestras cosas en la habitación, bajamos al comedor, era enorme, habían habilitado por medio de unas mamparas un espacio en las que cabrían tan solo unas doce mesas. Miramos alrededor, intentando reconocer algún socio de Raíces con resultado negativo. Entonces nos percatamos que por los altavoces sonaba una música clásica concretamente de Vivaldi, dejándonos agasajar por sus Cuatro Estaciones.
Una vez regresados a la habitación, nos dimos cuenta, que la cámara de fotos que debía reflejar el relato del encuentro, esperaba pacientemente en Barcelona en el interior del armario, después del manoseo en que había sido sometida en los días previos.
Llamé inmediatamente a Mamen, disculpándome por mi torpeza, requiriendo que trajera su aparato fotográfico, para así poder, inmortalizar imágenes para el recuerdo.
Después de admirar los dos trozos de mar desde nuestra habitación en la planta siete, optamos a media tarde, ampliar nuestra vista recorriendo la avenida de Castelló en dirección al pueblo de Cullera. Pretendíamos llegar hasta el restaurante la Turquesa, lugar donde deberíamos comer el viernes y también el sábado. La brisa marinera de la playa del Racó y más allá la de Sant Antoni, nos obligó a abrocharnos las chaquetas, en esos quince minutos que nos debieran acercar al establecimiento. Superamos La Jijonenca, los Restaurantes Bariloche, Eliana Albiach, el Burger King, llegando definitivamente al Restaurante La Turquesa, muy cerca de la Plaza de la Constitució. El local se encontraba cerrado, las mesas dispuestas, manteles, vasos, copas. Al fondo una pequeña barra y en ella unos surtidores de cervezas que seguro aliviarían nuestra sed, abriendo nuestro apetito.
Al regresar al Santa Marta, su aspecto tranquilo, se había trasformado en un hervidero de maletas, personas jóvenes circulando apresuradas al comedor totalmente abierto al numeroso público ,donde la música de Vivaldi se había esfumado ante tantas voces de los Kikos.
Los Kikos, para los que no lo sepáis, es uno de los movimiento ultracatólicos más importantes del mundo. Tienen sus propias celebraciones, no forman parte de las comunidades parroquiales y tienen hijos, muchos hijos.
Después de cenar salimos a pasear en dirección al Faro, los apartamentos de alrededor estaban totalmente vacíos, alguna tenue luz se adivinaba en esos escaletas de hormigón, posiblemente algún jubilado que había podido adelantar su fin de semana. Pudimos llegar hasta el final del paseo, cruzando un pequeño bosque se llegaba a la carretera que deberíamos acercarnos hasta el protector luminoso de los marineros.
Regresamos a nuestra estancia, nuestro organismo delataba el cansancio del trajín de toda la jornada, necesitaban un reposo. Corrimos las cortinas, permitiendo que el sonido del mar marcase el ritmo de nuestros latidos, hasta que finalmente nuestros cuerpos se fueron rompiendo en minúsculos trozos, quedando a merced de las fantasías del sueño.
Las luces de la mañana del viernes nos despertaron, nuestras pieles se habían fundido con la suavidad de las sábanas, habíamos dormido lo suficiente para encararnos con el nuevo día, en que recibiríamos a una parte de aquellos que compartirían con nosotros.
Ya en el comedor nos ofrecieron dos copas de zumo de naranja, nos sentaron a gloria para iniciar el perenigraje por las estanterias en busqueda de los menjares prohibidos. En una mesa cercana vimos a Estela, con el móvil en la mano, compitiendo su conocimiento con un crucigrama que se le resistía.
Tras nuestras preguntas, nos dio su visión sobre los acontecimientos que acontecían en Argentina, las muecas en su rostro delataban dos chispas, una de certezas y otra de decepción.
En las horas siguientes fueron llegando Vicens, Abelardo, Pepe, María, Mamen, Jerónimo, Rafa, Marie, Joel, Cristina, Nuria… algunos de la vieja guardia, otros, recién llegados al grupo.
No tardamos mucho en emprender el camino hacia el restaurante la Turquesa, allí compartimos la comida con los más allegados o con quien el azar nos invitaba.
La cerveza inauguró el encuentro, se añadió después las patatas bravas, lágrimas de pollo, puntillitas rebozadas, gambas crujientes, calamares, provolone trufado, croquetas de bogavantes. Un cremaet cerró el ágape, algunos lo ampliamos con un xupito.
Por la tarde en la sala exterior, montamos una mesa y alrededor de ella, fuimos colocando sillas y más sillas. Los nuevos socios se presentaban, explicaban sus proyectos, la zona de búsquedas, sus inquietudes, preguntaban por Mamen, querían conocerla.
El número de asientos iba creciendo al ritmo que aparecían más contertulios, el circulo se deformaba por momentos creando extrañas figuras que entorpecían supuestamente el paso de los huéspedes, entonces, fuimos invitados por los camareros para que abandonáramos esa posición por otra más cercana a la piscina. En ella estuvimos poco tiempo, justo cuando llegó Xavier nos dispusimos para ir a cenar.
El buffet recibía los embates de los Kikos , comían como unos descosidos ,los camareros atendían las estanterías llenándolas de bandejas que eran vaciadas rápidamente, por esos jóvenes adoctrinados en la bondad o quizás en la usura.
Xavier nos explicó que pasó muchos años en Cullera, conocía todos las circunstancias de muchos de los edificios, invitándonos a pasear en dirección al Faro. Las luces de la costa indicaban su litoral y las playas que lo conformaban, desembocadura del Xuquer, Playa de Tavernes, Xeraco, Gandia y hasta donde alcanzaba la vista, Denia.
Xavier nos recomendaba girar la cabeza, para que situáramos la vista hacia el Castell , añadiendo ,”en aquel punto rojo esta el observatorio y una instalación militar”, entonces, se recreaba en una anécdota divertida, con los hombres vestidos de verde.
Poco a poco la comitiva se había ido reduciendo, algunos habían desertado, buscando la almohada reparadora. La última charla la hicimos parados bajo una farola, los móviles comenzaron a sonar, reclamando nuestra presencia.
El sábado amaneció como suele hacerlo en la primavera, con cantos de pájaros, quizás jilgueros, gorriones o tordos. Aun en pijama, salimos a nuestra terraza, desde ella distinguíamos la plenitud de esta estación, rosas, jazmines, margaritas.
En el comedor nos esperaban los más madrugadores, en sus platos, embutidos, quesos, huevos fritos, pan con tomate, pastas, cafés, frutas un buen refuerzo para subir al Castell que al final lo hicimos en coche.
Xavier se puso al frente de la expedición, conocía el terreno y nos fue indicando, Capilla Gotica, Patio, Sala de Armas, Torre Blanca, Baluarte, Torre Mayor.
Al salir del Castell tomamos el camino del observatorio meteorológico, llegado a él recibimos una pequeña lección, respecto al alcance del radar, su posición inadecuada y la forma de realizar sus cálculos y previsiones.
De nuevo en el restaurant la Turquesa dispuestos a realizar la comida más concurrida, se habían incorporado en las ultimas horas Ricardo, Virtu, Patricia, Bernat, German y muchos más que me disculpareis no citaré por ser la lista muy larga.
En la mesa, como no, una jarras de cervezas, acompañadas de ensalada de ventresca, gambas al ajillo, rollitos de pato. Como plato principal, secreto ibérico para unos, para otros bacalao confitado, paella de marisco o fideuá.
Bien amigos, si aún me acompañáis y no habéis desertado líneas arriba, cosa que comprendería, voy acabando y esta es la parte del relato más difícil para mí. Soy una persona sensible, de lagrima fácil y empático con las personas que me rodean, pero en fin tengo que marcar el punto final a este largo escrito.
Marie, todos la conocéis, pasa un momento difícil, complejo, espinoso de salud. Ella ha querido estar con nosotros, atravesando los Pirineos y poniendo en riesgo, aún más, su salud. Necesitaba reencontrarse con todos nosotros, recibir, abrazos y besos, dejando a un lado su adversidad. La Asociación Raíces del Reino de Valencia ha querido rendirle un homenaje y que este represente un hasta luego Marie.
Al final de la comida se le entregó un ramo de flores ,ella lo agradeció con unas palabras afectuosas, intimas, fraternales , mientras los acordes de Non, je ne regrette rien sonaban en un pequeño altavoz.
No, nada de nada
Non, rien de rien
No, no me arrepiento de nada
Non, je ne regrette rien
Ni el bien que me hicieron
Ni le bien qu'on m'a fait
¡Ni maldad, todo eso es lo mismo para mí!
Ni le mal, tout ça m'est bien égal!
No, nada de nada
Non, rien de rien
No, no me arrepiento de nada
Non, je ne regrette rien
Se paga, se barre, se olvida
C'est payé, balayé, oublié
¡No me importa el pasado!
Je m'en fous du passé!
Con mis recuerdos
Avec mes souvenirs
Encendí el fuego
J'ai allumé le feu
mis dolores, mis placeres
Mes chagrins, mes plaisirs
¡Yo ya no los necesito!
Je n'ai plus besoin d'eux!
Barrió los amores
Balayé les amours
Con sus trémolos
Avec leurs trémolos
Barrido para siempre
Balayés pour toujours
empiezo de cero
Je repars à zéro
No, nada de nada
Non, rien de rien
No, no me arrepiento de nada
Non, je ne regrette rien
Ni el bien que me hicieron
Ni le bien qu'on m'a fait
¡Ni maldad, todo eso es lo mismo para mí!
Ni le mal, tout ça m'est bien égal!
No, nada de nada
Non, rien de rien
No, no me arrepiento de nada
Non, je ne regrette rien
Porque mi vida, porque mis alegrías
Car ma vie, car mes joies
¡Hoy, comienza contigo!
Aujourd'hui, ça commence avec toi!
Y muchos, quizas todos, nos pusimos a llorar.
Cullera 2024
Jaume Girbés