| Era viernes cuando salimos de Barcelona con destino a Ontinyent o quizás debiera decir al XIII encuentro de Raíces y hago esta distinción, porque me resulta difícil definir que de las dos cosas tenía el camino más definido. Siempre es difícil valorar los acontecimientos, paisajes o personas, cada uno de ellos tienen un valor altísimo y por si solos deben merecer un homenaje. No suelo perder la oportunidad para distinguir cada uno de ellos, si no lo hiciera, una deuda me afligiría, por tanto soy prisionero de mis propias convicciones. Así que me pasé los cuatrocientos kilómetros de distancia a mi meta, valorando el color de las nubes y con la ventanilla abierta del coche intentando reconocer en el aire, la presencia de los nubarrones y de una posible lluvia anunciada hacia días. Y esos olores me llevó a activar los recuerdos, aquellos que nos acompañan desde la niñez y nos conectan con lo más íntimo y así los fragancias entre dulces y ásperas me transportaron a otros instantes vividos, esta es la ventaja de los que acumulamos cierta edad. Al llegar a Castellón, el relieve de las montañas distrajeron mi atención, espesos bosques, desfiladeros que incitaban a una escalada al más intrépido alpinista. Sobre las montañas se esbozaban lienzos cambiantes, movidos por la posición inconstante de mi auto. Nos recibió Valencia con negros y espesos nubarrones , recordándome la frase ´´Al meu pais la plutja no sap ploure´´ en mi país, refiriéndose a Valencia, la lluvia no sabe llover. Insisto mucho sobre las precipitaciones, porque era algo que a Mamen le preocupaba como organizadora del evento y a los invitados nos perturbaba. Por momentos la luminosidad se redujo, los rayos del sol fueron reprimidos en ese parapeto, afortunadamente pudimos huir de esa oscuridad, cayendo en los regazos luminosos del sol. Al llegar a Valencia nuestro cerebro volvió a vincular olores y sería esta la razón o la proximidad a nuestro objetivo, que nuestro estado de ánimo quedó enriquecido por la felicidad. Y llegamos a Ontinyent, un recorrido fácil por la ciudad nos dirigió hasta el hotel, siguiendo los consejos prácticos de Abelardo. Ya en el hotel, subimos a la habitación, esta era espaciosa, pero lo más importante, es que disponía de tres ventanas, las cuales nos proporcionaban una luz natural que invitaba a la lectura, pero en ese momento no podía ser, teníamos una cita y el reloj nos indicaba que era hora de cumplirla. Bajamos a la recepción, de espaldas a nuestra posición estaba Mamen, la supimos reconocer al instante a pesar del cambio estético que lucía en su cabello, unos mechones blancos que contrastaban con el color negro de su pelo y por un momento me recordé de aquel tango de Gardel ´´Volver´´ cuando dice, las nieves del tiempo platearon su sien. Sí, volver a encontrarnos, recordando, que es un soplo la vida y que debemos aprovecharlos como bien dice un estimado amigo. He de decir llegado a este punto, que llegué a Ontinyent bastante averiado y que la generosidad de Mamen, mitigó mis dolencias con su afecto y cariño. Así que en compañía de ella, Rafa y Mari Carme tomamos destino al restaurant, Mamen me cedió el asiento de copiloto, acción que no supe ejercer con determinación, así que mi supuesta ayuda, se convirtió en todo lo opuesto, suerte que Rafa es una persona tranquila y pudo ayudarse por las rotondas de la población. El restaurante estaba nutrido de compañeros de Raíces, ¿digo compañeros? no, quiero decir amigos, que nos saludaban con besos y abrazos, recalco, besos y abrazos, la máxima expresión de amor. Los platos se iban sucediendo uno tras otro y en animada conversación, nos dieron las tres y las cuatro, abandonando el local cuando los vasos de vino estaban vacíos. La tarde se convirtió en noche, las luces iluminaron tenuemente nuestros rostros en la terraza del hotel, los últimos participantes fueron llegando y es entonces cuando pude mantener una conversación muy positiva sobre el dolor, penar y sentimientos. La cena se alargó, entre fotos, raciones, bebida y alegría y ya tarde, cuando el cuerpo y el sueño reclaman descanso, la mesa fue reduciéndose de comensales, las sillas se juntaron y unos cuantos decidimos que aún la noche era joven y que deberíamos disfrutarla, exprimirla, estrujarla, porque la vida es un soplo y debemos aprovecharla. Y yo que soy un ignorante de muchas cosa y aprendiz de todas ellas, quedé sorprendido por los conocimientos de horticultura de los presentes y aprendí que tamaño de maceta necesita una planta de tomate, creo recordar que entre 20 a 35 litros, que la planta exige luz solar y buen drenaje que el riego es fundamental tras el trasplante, y que debe hacerse tres veces en verano. Y entre plantas de tomate, estudios genetistas que nos permitan realizar un esquema de trasmisión y una botella de cava, finalizamos brindando por los presentes y también por los ausentes. Algunos dormimos pocas horas, pero puntualmente a las nueve de la mañana todo el grupo estaban esperando el autocar que nos conduciría a Bocairent. Tras cada curva el paisaje adquiría colores diferentes yo diría que estaban presentes los once colores básicos, quizás dominaban el verde, el salmón, el amarillo pálido, no sé, son percepciones muy personales. Tras la visita a la Parroquia y al Museo se iniciaba un recorrido por las calles tortuosas, con arquitecturas singulares, espacios históricos? y hasta aquí puedo hablar de Bocairent, el resto lo sé por referencias, fotos y comentarios de los socios y es que recibí una llamada de Mamen rescatándome de un esfuerzo que ella creía, con razón, que yo no podía realizar, invitándome a compartir mesa con Rafa en el centro del pueblo. Mas tarde se unió a nosotros Pepe y otra vez fui espectador aventajado de los conocimientos de los tres, en un dialogo denso, tupido de referencias, en que las diferentes visiones sobre los datos genealógicos, tropezaban una y otra vez en un planteo diferente, todos ellos ricos en fundamentos, pero enfrentados con la rigurosidad que ejercen sus desiguales disciplinas. Una de las imágenes más bellas que ha podido capturar mi cámara y mis ojos, es la llegada extendida en el espacio de aquellos que fueron capaces de realizar todo el recorrido. La estampa que ofrecían era de felicidad, aquella que se manifiesta en los más intrépidos montañeros tras conseguir su gesta. Cansados, pero con una sonrisa en los labios, hablando de cuevas, calles, paisajes, de la cava de San Blai nevero, su estructura, drenaje cúpula etc. Para aliviar el descanso, unas cervezas fueron el complemento necesario. Los siguientes pasos fueron para surtirnos de productos alimenticios de la zona, no faltando los quesos, miel, galletas, vinos y un excelente licor Herbero elaborado con hierbas que todos vosotros tenéis en vuestras mochilas, si es que no ha pasado ya, por vuestras gargantas. Ya en el comedor principal del Hotel , siete mesas esperaban ser ocupadas, unas tarjetas indicaban la posición de cada uno de nosotros. Los platos exquisitos, iban apareciendo con medida puntualidad, los saboreábamos con deleite, pero al mismo tiempo cada uno de ellos nos indicaban el final cercano del encuentro y una cierta melancolía nos invitaba al silencio, tan solo roto por la voz de Mamen. Ella se puso de pie explicando con detalle cada una de las circunstancias adversas que desde las administraciones religiosas le habían condenado y su determinación de ejercer libremente su futuro. Sí, la libertad no será la ausencia de sus compromisos, sino la capacidad de escoger lo que es mejor para ella. Y acabo con una cita de Eduardo Galeano ´´De nuestros miedos nacen nuestros corajes, y en nuestras dudas viven nuestras certezas. Los sueños anuncian otra realidad posible, y los delirios otra razón. En los extravíos nos esperan los hallazgos porque es preciso perderse para volver a encontrarse. Pues bien, nos perderemos por esos caminos de la genealogía, adquiriremos conocimientos y los compartiremos en la próxima cita que nos plantee Mamen cuando ella diga y donde ella nos plantee, mientras intentar ser felices amigos, que vuestros dioses sean capaces de protegeros. | |
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